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Venezuela y el caso Nicaragua “Un rotundo fracaso con un mismo guion”

Si algo ha caracterizado a la izquierda en el mundo y en especial al bloque socialista de la región suramericana ha sido el guion socio-político que han signado sus gobiernos. Desempolvados de un viejo manual soviético y sazonado con el populismo propio de nuestra región han conseguido la receta perfecta que por años le han hecho mantener su estatus como fuerza política.

Nicaragua es un perfecto ejemplo de como las mismas prácticas han logrado el efecto deseado por la izquierda regional.

Daniel Ortega, actual mandatario del Gobierno de Nicaragua ha logrado ostentar la máxima jefatura de gobierno en dos oportunidades; en un primer momento tras la avanzada del frente guerrillero conocido como el “sandinismo” y en una segunda oportunidad a través de elecciones generales; esta última le garantizándole hoy su estadía en el poder por más de 10 años.

Lo curioso del caso en particular y que lo hace digno de análisis en el contexto suramericano, es el patrón de miseria y opresión que dibujan los gobiernos de este tinte ideológico. Su primera administración estuvo marcada por una fuerte crisis económica y política; era común el desabastecimiento, la inflación, la falta de institucionalidad y la opresión política, lo que llevó a Daniel Ortega a negociar una transición en la cual se aseguraron de que los máximos líderes sandinistas no fueran enjuiciados por sus crímenes, e incluso lograron quedarse con la Comandancia General del Ejército.

Más que una verdadera transición que llevara a una definitiva erradicación del socialismo en Nicaragua, como efectivamente si ocurrió en otros países donde regímenes similares fueron depuestos a principios de los 90, fue un repliegue táctico que le permitió a Daniel Ortega y al Sandinismo limpiar su imagen y disfrutar impunemente de lo saqueado durante sus años en el poder, con la intención de prepararse y retomar el poder ejecutivo, como para tristeza de ese país lo hicieron 16 años después de haber cedido el gobierno.

Nicaragua ha sido un bastión emblemático de la izquierda suramericana y una prueba irrefutable de como el populismo, la falta de institucionalidad y de cultura política en la región merman la posibilidad de desarrollo. Frente a la posibilidad de que sea empleada la misma estrategia sandinista en Venezuela, es que precisamos estudiar el juego de la izquierda regional.

La premura con que son presentadas las elecciones presidenciales, comicios a los que concurrirá solo un pequeño grupo del espectro político de Venezuela, hace cuestionarse no solo la credibilidad de los comicios en sí mismos, sino la intención de esta dentro del complejo panorama político y económico que estamos atravesando.

Para nadie es un secreto, el secuestro institucional que ocurre en nuestro país, por lo que esperar las condiciones propicias para una jornada electoral limpia se hace ingenuo, así como ingenuamente también pueda resultar esperar otro resultado, sin embargo y en respuesta a la interrogante de ¿Por qué el apuro? Cabe plantearse la duda si la izquierda regional quiera volver a implementar la “estrategia sandinista”.

El oprobio, la miseria, el descalabro económico, social y moral en el que se encuentra Venezuela hablan por sí solos y no es necesario hacer uso de encuestas para saber el descontento de la población en contra de la tiranía, por lo que, si los comicios fuesen presentados bajo condiciones el resultado sería más que obvio; sin embargo la realidad es diametralmente opuesta y el fraude electoral es claramente vislumbrado.

El apuro se debe sin duda alguna a la insostenible situación actual, conforme el tiempo transcurre la inflación va golpeando el bolsillo de los venezolanos, la delincuencia, la corrupción siguen haciendo de las suyas y el descontento crece y se torna más generalizado; A esta bomba de tiempo es preciso sumar, una comunidad internacional cada vez más decidida a cercar y a sancionar el comportamiento de la tiranía de turno, parece entenderse porque la necesidad de liberar un poco la presión.

Frente a la falta de credibilidad y las ansias de mantenerse en el poder,  surgen varios escenarios que debemos tener en consideración, entre los cuales destacan 2 en particular: “Desenmascarar por completo la Tiranía” o la posibilidad de una  “transición negociada”.

El primer escenario es más que conocido, pues la irremediable situación podría desembocar en un escenario donde la tiranía se vea acorralada (como hoy lo está) y decida que va a mantener en el poder cueste lo que cueste (escenario que vivimos desde hace un largo tiempo). Sin embargo, el segundo escenario no parece presentarse tan claro, aunque es igual de preocupante.

Henri Falcón puede ser considerado ingenuamente como el candidato “racionalmente” idóneo entre los contendientes de estos comicios electorales. Una mirada objetiva a sus propuestas pareciera darle coherencia frente al descalabro económico, político y social al que hemos sido arrastrados. Sumado a ello, su pasada vinculación con el chavismo hace de su figura una postura en común para la anhelada “transición” democrática.

Falcón pareciera cumplir entonces los “requisitos” necesarios para liderar la transición política; sin embargo su candidatura juega perfectamente como un chivo expiatorio para la tiranía. Un posible gobierno de “transición” se ve comprometido en un escenario como el actual. La credibilidad de los actores políticos tradicionales se ha visto desacreditada a lo largo de estos años, su complicidad e ineficacia ha dado como resultado un rechazo por parte de la ciudadanía en general.

La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ha reiterado en varias ocasiones que no respalda la candidatura de Falcón, por lo que no habría de extrañarse su rechazo ante la posibilidad un gobierno presidido por el mismo, sin embargo y en afán de plantear todos los escenarios posibles, aún con el respaldo de la MUD y el rotundo rechazo de la sociedad venezolana a la tiranía de Nicolás Maduro, gobernar bajo estas condiciones demanda un alto grado de responsabilidad, virtud que algún actor político de la MUD y el chavismo está lejos de ostentar.

La actual situación política, económica y social que ha traído como consecuencia la desastrosa administración actual demanda a una futura presidencia medidas fuertes para remediar cuanto antes la situación, medidas que al corto plazo pueden generar más malestar para la ciudadanía, pero que son precisas para encausar de nuevo el aparato productivo, la institucionalidad y los buenos valores de nuestra Venezuela.

Esta serie de medidas hacen de la reconstrucción de Venezuela una labor titánica, mas no imposible, exigen un compromiso inquebrantable con la nación y dejar de lado los intereses partidistas y particulares; y es a esto a lo que jugaría la tiranía frente a la transición “deseada”; apostaría a la falta de credibilidad, al clientelismo y a la falta de interés común de los actores de la MUD, buscando en cualquier paso en falso la excusa perfecta para un insoportable “se los dijimos” y el reclamo popular frente a una gestión que no puede permitirse el irresponsable populismo y la extrema dadiva social.

Esta delicada situación se complica si es tomada en cuenta la existencia de la Asamblea Nacional Constituyente, cuya arbitrariedad es permitida por la decadente Fuerza Armada Nacional; pareciera entonces un escenario complicado pero astuto, la tiranía sabe que la situación es insostenible por lo que es preciso indirectamente liberar un poco la tensión existente; gobernar tras el telón con una marioneta que pueda tomar las decisiones que por irracionalidad e intereses disfrazada de “coherencia” ellos no harían, como lo es la apertura de un canal humanitario, la dolarización, la liberación de presos políticos; sin embargo este pañito de agua caliente solo aliviaría coyunturalmente una situación que amerita un cambio estructural.

La dramática situación de escasez podría mejorar, pero el modelo de producción seguiría estancado en el enfermo modelo clientelista; los presos políticos serían liberados, pero la institucionalidad seguiría comprometida al gobierno de turno, en resumidas cuentas: los valores y el modelaje social seguirían promoviendo la miseria.

Toda esta situación generaría un ciclo histórico que traería como fatal resultado más temprano que tarde la vuelta del chavismo al poder.

La encrucijada hoy brinda a Venezuela la oportunidad de volver a construir la nación que siempre hemos soñado; la que nos legaron nuestros padres fundadores por lo que la sola idea de conformarnos con un cambio parcial de las cosas solo retrasaría el trabajo necesario por hacer. Esta apuesta por mantener a Venezuela atrapada bajo las cadenas de la miseria y la opresión responde a la necesidad de los actores tradicionales por mantener sus cuotas de “poder” sin importar el costo y sin importar la administración de turno, hoy pueden ser rojos, mañana azules, pero el resultado sería el mismo.

Venezuela no solo yace en los rincones nuestra tierra, nuestra Nación es una noble idea que vive en los corazones de nuestros ciudadanos y que se materializa a través de la buena acción, del legado hacia nuestro sucesores; Hoy Venezuela se encuentra materializada en aquellos ciudadanos de bien que dejan su nombre en alto, fuera y dentro del territorio nacional.

Ser un ciudadano venezolano es un título que se reclama a través del buen comportamiento, dejando siempre en alto tu bandera, por lo que la mejor labor que podemos hacer hoy frente a este escenario de cosas es recordar que nuestro país ha de vivir por siempre mientras existan ciudadanos honrados, Venezuela es una idea a largo plazo, nuestra nación superará esta crisis y sus hijos en hombros la llevaran al sitial que merece.

 

Por: Joseph A.