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Las máscaras del progreso

La principal intención de un escritor es hacer que el lector se quede entre líneas, bien sea a través de técnicas que se han estudiado a lo largo de la historia, como la persuasión, la descripción, el suspenso y el dramatismo o a través de la ilustración, esta última es clave en la semiótica, la propaganda política y la psicología. Es imperativa para atrapar al lector y hacer que se quede hasta el punto final, pero también se necesita crear esa sensación de querer más. Nunca es suficiente (atención con esto).  

En el primer caso, puede dirigirse a un público adulto, dedicado a la lectura como hábito e intelectual (sin comillas el término) y en el segundo – el de la ilustración – a esa audiencia que suele decir: “que aburrido es este libro, no tiene ni siquiera un dibujo”. Podría decirse entonces que los libros con ilustraciones están dedicados y dirigidos a un público en particular, con unas características, a los niños, por ejemplo. Ellos disfrutan y aprenden viendo animales en un libro; señalan y repiten: perro, gato, serpiente, oso, elefante…

Sin embargo, muchos adolescentes y adultos jóvenes tienen las mismas características de estos niños que encuentran un libro aburrido por no tener ni siquiera un dibujo. Muchos escritores saben esto y se han dedicado por años a generar contenido que sea “fácil de digerir” (esto sí debe ir entre comillas) y que llegue a todos por igual. Pudiese interpretarse como un derecho fundamental de esos obvios: DERECHO A LA VIDA; DERECHO A LA LECTURA ILUSTRADA.

Ahora bien, la idea es hacer una analogía con la situación sociopolítica que atraviesa actualmente Occidente. Hay que ser muy específicos en esto porque en China esto no ocurre, mucho menos en Japón, ni en Camboya, tampoco en Corea del Sur. Las razones, además de obvias, ensalzan una cantidad de características culturales que podrían dar para otro artículo. Esto ocurre en Occidente, y para ser más precisos, ocurre en los países donde justamente hay más ámbito y cabida en cuanto a libertades individuales se trata: Estados Unidos, Francia, Inglaterra, España.

El marxismo académico ha entendido a detalle que esta batalla cultural es de tiempo y ellos no llevan 10 o 20 años en esto, son 75 años de una tarea constante por enfrentarnos y dividirnos. Hay que regresar a 1945 y observar lo que empieza a darse al término de la segunda guerra mundial, luego al 1989, 1990 y 1991 y visualizar lo que se avecinaba al caer el muro de Berlín y darse la disolución de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Los marxistas debían reinventarse, por tanto, esos libros sin ilustraciones que les parecían aburridos a la masa debían aparecer en alguna parte y comenzar a quedarse, es decir, ya las letras y la guerra intelectual no eran suficientes. Era momento de desdibujar las viejas batallas y llevarlas a una nueva palestra pública. Pero ¿Cuál podría ser una buena razón para empezar una nueva lucha de clases?, ¿Cómo podrían los comunistas entrar de nuevo en el pensamiento occidental de una forma distinta? Sí: las minorías.

Lo que hoy sucede en los Estados Unidos no es por el asesinato del señor Floyd, el que eso se haya extendido hacia Europa y esté sirviendo de excusa para saquear, dañar la propiedad privada, derribar estatuas ancestrales, asesinar a veteranos de guerra sin techo, encender hasta sus cimientos casas de inocentes, dispararle en la cabeza a otros policías negros, entre mil atrocidades más, NO SUCEDE por la muerte de Floyd. Sucede porque es parte de la agenda política de la izquierda. Sin adjetivos y sin más: la izquierda.

Esta organización terrorista llamada “antifa” es la cara de lo que en Venezuela son los colectivos asesinos y criminales. Con algunas descripciones adaptadas a su contexto claro está, pero con los mismos objetivos: amedrentar, destruir, infringir daños materiales millonarios, sembrar terror, asesinar a mansalva y la lista de actos criminales sigue. ¿En que se diferencia de los colectivos chavistas de Venezuela? Creo que la respuesta es clara y concisa: en nada.

Entonces, recuerdan eso de los libros con ilustraciones para que “no sean tan aburridos”, pues es lo que está pasando con la juventud perdida y que carece de liderazgo político. Salieron a pedir reconocimiento por segmentación: “somos blancos, negros, asiáticos, homosexuales, heterosexuales, bisexuales, ateos, cristianos, católicos. Por ende, se nos debe tratar como tal”. Es decir, por características que se han desmontado a lo largo de la antigua Grecia como la raza, la orientación sexual y la decisión religiosa. Ok, se les otorgó, pero no estaban conformes. Era momento de hablar de los sentimientos.

Llegó esta oleada de autopercepción y llenaron las calles de los países latinoamericanos mientras destruían todo a su paso. Querían ahora colectivizar a la sociedad completa, dicho en otras palabras, era momento de una batalla de autopercepción y de colectivizar el pensamiento. “Se tratará de NUESTRA POSICIÓN y de las otras posiciones equivocadas, siempre equivocadas”. Así pues, se dio paso a la conformación de grupos minoritarios que comenzaban a utilizar como referentes una cantidad de personajes de la historia que no dejaban de sorprender a quienes tienen un sentido lógico estructurado y pueden clasificar el bien y el mal, vengan de donde vengan. Un ejemplo muy particular fue que se comenzó a observar como el colectivo LGBT (al principio, luego anexarían más letras) utilizaba la imagen del asesino y homofóbico Che Guevara para “marchar por sus derechos”.

Fueron creciendo entonces en grupos pequeños y segmentados: feministas, abortistas, LGBTiQ+, Black Lives Matter…pero mucha atención aquí, esto prosiguió y ahora estos grupos debían seguir segregándose así mismos, o sea, segmentaron su propia segmentación; segregaron lo que ya habían segregado: panbinarios, pansexuales, autosexuales, lithsexuales, asexuales, polisexuales, antrosexuales, omnisexuales, skoliosexuales, grisexuales, género fluido, bigénero, trigénero…y la lista sigue, pero todos de izquierdas y progresistas.

Puede entre verse la intención innata de separación y de “justificación histórica”, la ideología comunista necesita, al igual que muchas doctrinas malsanas en el mundo, caras frescas y por supuesto, nada mejor que el control social por medio de los sentimientos. Mientras más se esté alejado de la razón, mucho más fácil es crear división, caos y enfrentar a las sociedades, previamente organizadas, para que justo se desorganicen en base a estas características que ya habían sido superadas en su gran mayoría, de hecho, a un costo bastante alto, como el caso de Sudáfrica, por mencionar uno.

En al caso de Venezuela, llama fuertemente la atención al ver algunas personas defendiendo las posturas tomadas por los terroristas de BLM en los Estados Unidos respecto al tema racial, cuando que nosotros hemos sido una nación resultado de un mestizaje entre blancos, negros e indios que ha traído un enriquecimiento cultural enorme para el Sur de América. Se puede ver que el “interés” es mera y absolutamente político e ideológico, carente de fundamentos científicos y con una clara agenda de sabotear las venideras elecciones en el Norte de América, donde se sabe, el Partido Republicano barrerá las urnas y continuará la actual administración, que ha venido haciéndole frente al socialismo de manera frontal y radical, como debe ser.

Mañana, estos grupos colectivistas y predicadores de políticas identitarias y separatistas van a perecer frente a la imagen pública. No les va a durar mucho esta batalla porque han venido mutando desde el 2013 en una cantidad inimaginable de excusas para hacerse del control absoluto de la sociedad occidental, someterla a un interminable enfrentamiento entre familias, desquebrajarlas y crear un caos constante que pueda doblegar la moral del ciudadano promedio. Así que debemos permanecer firmes, juntos, unidos y tener los ojos bien abiertos porque estas máscaras van a mutar mañana, estas máscaras cambiarán de nombre, de estrategia, de forma, de color, de textura y solo una sociedad preparada a nivel intelectual, físico y espiritual podrá seguir haciéndole frente a la infamia, la desidia, el odio y los antivalores que definen al progreso.

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